Resumen. Ricoeur, Ideología como integración – Versión de Vanessa García

Paul Ricoeur, Ideología y utopía, Barcelona, Gedisa, 2001, capítulos 1 (Conferencia introductoria) y 15 (Geertz), pp.45-61 y 275-286.
Resumen y síntesis de Vanessa García

Síntesis

En su Conferencia introductoria, Ricoeur se enfoca al análisis de la polarización que hay en la ideología y la utopía, y las similitudes de estos dos conceptos en cuanto a esa polarización. Se observa la relación que tiene un concepto con el otro para poder explicar sus aspectos positivos y negativos. También trata la forma de cómo se introduce la ideología en un individuo o en un grupo social, mediante tres procesos de la ideología, los cuales son: deformación, legitimación y simbolización. En el capítulo sobre Clifford Geertz, se expone su postura frente a estos tres niveles para llegar a determinar una ideología, poniendo hincapié en que la simbolización hace la estructura de la ideología pero con ayuda de la deformación y legitimación.

Resumen

1. Conferencia introductoria


Para examinar los conceptos de ideología y utopía la hipótesis que se plantea en este texto es que estas dos funciones opuestas o complementarias tipifican lo que podría llamarse la imaginación social y cultural. Tanto la ideología como la utopía tienen dos rasgos que comparten. En primer lugar, cada uno de ellos tienen aspectos positivos y negativos. Y un segundo punto es que al parecer en cada uno de los conceptos el rasgo patológico aparece antes que el constitutivo.

La ideología designa inicialmente ciertos procesos de deformación de disimulo, en virtud de los cuales un individuo o grupo expresa su situación aunque no lo sepa o lo reconozca. Una ideología parece expresar el proceso de disimulo y también refuerza una perspectiva de clase. El concepto de utopía tiene una connotación despectiva. Se le considera como la manera de escapar a la lógica de la acción mediante una construcción realizada fuera de la historia y como una forma de protección contra todo tipo de verificación por parte de la acción correcta. La hipótesis planteada sobre la polarización dice que se puede establecer una analogía entre la polaridad de ambos términos. La polaridad entre ideología y utopía puede atribuirse a ciertos rasgos estructurales llamados “imaginación cultural”.

Lo ideológico nunca es la posición de uno mismo; es siempre la ideología de ellos. De manera que la gente nunca dice que es ideológica y esto provoca que el término siempre sea dirigido contra los demás. Por otro lado, las utopías son propiciadas por sus propios autores y asumidas por ellos mismos, mientras que las ideologías son negadas por los suyos.

El punto de partida es el concepto de incongruencia mencionado por Karl Mannheim, porque la posibilidad de la incongruencia, presupone que los individuos y las entidades colectivas están relacionados con sus propias vidas y con la realidad social, no solo según el modo de la incongruencia. El supuesto consiste en que una imaginación social y cultural opera de manera constructiva y de manera destructiva como confirmación y como rechazo de la situación presente.

En nuestra tradición occidental la concepción predominante de la ideología procede de los escritos del joven Marx, quien introdujo el término por medio de una metáfora de la experiencia física de la imagen invertida que se da en una cámara oscura o en la retina. De esta metáfora de la imagen invertida podemos obtener el modelo de la deformación como inversión de la realidad y nos lleva a un primer concepto. La primera función de la ideología es producir una imagen invertida. Este concepto se contempla por una descripción de ciertas actividades intelectuales y espirituales consideradas como imágenes invertidas de la realidad, como deformaciones por inversión. El modelo utilizado por Marx fue expuesto por Feuerbach, cuyo paradigma supone un intercambio entre el sujeto y predicado.

La religión es como un reflejo invertido de la realidad. El cristianismo, decía Feuerbach, muestra que el sujeto y el predicado están invertidos. Mientras en la realidad los seres humanos son sujetos que proyectaron a lo divino sus propios atributos, lo cierto es que lo divino es percibido por los seres humanos como un sujeto del cual nosotros somos el predicado. La connotación negativa de la ideología es fundamental, porque la ideología se manifiesta como el medio general por el cual se oscurece el proceso de la vida real; la alternativa conceptual de la ideología es la realidad como praxis. Decimos pues que existe primero una realidad social en la que la gente lucha por ganarse su sustento, etc., y que esta es la realidad real como praxis.

Otra característica marxista dice que la ideología significa todo aquello que es precientífico a nuestro propio enfoque de la realidad social. Con esto se abarca parte de la utopía, ya que el marxismo define a las utopías como ideológicas por la posición que toman frente a la ciencia. El concepto marxista de la ideología se produce a causa de la significación dada a la ciencia, dividiéndose en dos corrientes. La primera corriente viene de la Escuela de Frankfort y supone que hay una conexión entre un proyecto de liberación y un enfoque científico que están en contra del tratamiento de la realidad social, limitada tan solo a describir. Un segundo concepto de ciencia desarrollado por el marxismo hace resaltar una conjunción con el estructuralismo. Este marxismo estructuralista fue desarrollado principalmente por Louis Althusser, quien afirma que la pretensión del sujeto de ser quien da sentido a la realidad, es precisamente la ilusión básica.

Para que la ideología sea entendida como deformación debe estar dentro de un marco que  observe la estructura simbólica de la vida social. Si la vida social contiene una estructura simbólica no hay manera de comprender cómo vivimos, cómo hacemos cosas y proyectamos esas actividades en ideas; sin embargo, esta estructura puede pervertirse por los intereses de clase. La línea de análisis será entonces entre ideología y vida social real, entre ideología y praxis. Lo más importante no es la oposición, ni la deformación del disimulo de la praxis por obra de la ideología; lo más importante es una conexión interna entre los dos términos ideología y utopía.

La segunda función de la ideología se desarrolla en la pregunta: ¿no es el proceso de interpretación tan primitivo que en realidad es constitutivo de la dimensión de la praxis? Si la realidad social no tuviera ya una dimensión simbólica, el proceso de deformación no podría iniciarse. Así que el proceso de deformación esta insertado en la función simbólica; la estructura de la vida social cuando ya es simbólica puede deformarse. La posibilidad de deformación es una posibilidad abierta únicamente de la función simbólica. La ceguera de los marxistas como de los no marxistas respecto a los aspectos deformadores de la ideología es una ceguera que Geertz llama ceguera a la acción simbólica.

El concepto de acción simbólica pone énfasis en la descripción de los procesos sociales. La atención que ponemos en el funcionamiento de la ideología en su nivel simbólico, fundamentalmente demuestra el verdadero papel constitutivo que la ideología tiene en la existencia social; la función simbólica tiene un papel de integración.

La necesidad de un sistema cultural para la integración es precisamente donde el orden social plantea el problema de legitimación del sistema consistente de liderazgo, y aquí ya pasamos a la tercera función, la legitimación. La ideología en la vida social tiene una concentración especial. El lugar del pensamiento ideológico se da en la política; aquí surgen las cuestiones de legitimación. El papel de la ideología consiste en hacer posible una entidad política autónoma al suministrar los conceptos necesarios de autoridad que le dan significación. La ideología como fuerza de legitimación persiste porque no existe ningún sistema de legitimidad absolutamente racional. La estructura de la legitimación asegura la importancia de la ideología para superar la tensión por el proceso de legitimación, esta tensión se da entre la presión a la legitimidad por parte de la autoridad y la creencia en esta legitimidad por parte de la ciudadanía; esta tensión es el producto por el desequilibrio, ya que el equilibro de creencia y pretensión nunca es verdaderamente real, sino que es más o menos una fabricación cultural. La ideología trata de asegurar la integración entre pretensión a la legitimidad y creencia; pero lo hace justificando el sistema de autoridad existente tal como es.

Por último se menciona a la utopía que por no ser científica, se define por los marxistas como ideología. La utopía se distingue por ser un género declarado. También es una obra muy personal e idiosincrásica: la creación distintiva del autor e introduce variaciones imaginativas en cuestiones tales como la sociedad, el poder, el gobierno, la familia, la religión, etc.; ese tipo de neutralización constituye la imaginación entendida como ficción. Se puede decir que no hay integración social sin subversión social, lo cual será la contrapartida del primer concepto de ideología. La flexibilidad del proceso de integración se da mediante el proceso de subversión. El concepto de “ningún lugar” de la utopía, pone a distancia el sistema cultural; vemos nuestro sistema cultural desde afuera gracias a ese “ningún lugar”. El “ningún lugar” de la utopía puede llegar a ser un pretexto de evasión, una manera de escapar a las tradiciones y ambigüedades del uso del poder y del ejercicio a la autoridad en una situación dada. Esta posibilidad de evasión que ofrece la utopía corresponde a una lógica de todo o nada. No existe ningún punto de conexión entre el aquí de la realidad social y el “otro lugar” de la utopía.

15. Geertz


El concepto de ideología consiste en tres fases principales, que son:

1° fase. Deformación: para el análisis de la ideología con el concepto de deformación sistemática es necesario tomar en cuenta el concepto de interés de clase, lo cual supone una actitud de sospecha. El modelo pragmático era la relación de infraestructura y superestructura. En esta fase se presenta el problema de la autoridad.

2° fase. Legitimación: en este concepto el paradigma era la pretensión a la legitimidad formulada por todas las representaciones de autoridad, teniendo una actitud no valorativa en esta parte, con un marco conceptual de motivación, hablando de tipos ideales de las pretensiones de autoridad.

3° fase. Simbolización: es concebida como integración o conversación; algo que puede ser deformado verifica el proceso de legitimación; teniendo como actitud principal la conversación. En la conversación tenemos una actitud interpretativa si deseamos reconocer los valores de un grupo sobre la base de lo que ese grupo entiende por tales valores, entonces debemos aceptarlos de una manera positiva.

Geertz trata de abordar el concepto de ideología mediante los instrumentos de la moderna semiótica. El análisis de la cultura no es “una ciencia experimental en busca de leyes sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones”. En este tercer nivel, se refiere a motivos expresados por signos. Los sistemas significativos de los motivos constituyen el nivel de referencia. Así que para Geertz, la acción es simbólica, lo mismo que el lenguaje; lo que se pretende explicar es que la acción misma es simbólica en el sentido de que está estructurada sobre la base de símbolos fundamentales.

Geertz desea mostrar que la acción está regida desde adentro por símbolos, entendidos como intrínsecos, a diferencia de la acción regida por la genética, caso en el que los códigos están incorporados en el organismo vivo. La teoría extrínseca es la que dice que los sistemas de símbolos son confrontados con otros sistemas. El pensamiento consiste en la construcción y manejo de sistemas de símbolos que son empleados como modelos de otros sistemas físicos, orgánicos, sociales, etc., de manera que la estructura es el comparar. La configuración cultural son programas que nos procuran, dice Geertz, “un molde de la organización de procesos sociales y psicológicos así como los sistemas genéticos nos suministran tal patrón para la organización de los procesos orgánicos”.

Otra implicación que hace Geertz es una crítica a las teorías de la ideología concebida como representación de algunos intereses sobre otros, suponiendo una incomprensión sobre como el relajamiento de una tensión se convierte en un símbolo o como un interés que está expresado en una idea. La ideología como deformación y como legitimación de un sistema de orden o poder, da la función integradora, esto es, la función de conservar una identidad. Sobre el análisis de la ideología como integradora, se resaltan tres puntos:

Al transformar la manera en que se construye el concepto de ideología, se une la mediación simbólica de la acción. Por el hecho de que no haya ninguna acción social que no esté ya simbólicamente determinada, se puede decir que la ideología es una superestructura.

La correlación establecida entre ideología y retórica. Ahora la correlación es más positiva porque la ideología es la retórica de la comunicación básica. En su función integradora, la ideología es análogamente básica e ineluctable.

La integración sin confrontación es preideológica. Continúa siendo de suma importancia encontrar, entre las posibilidades de una función deformadora, una función legitimable y, por debajo de esta función, una función integradora.

Geertz observa que la ideología se refiere siempre en última instancia al poder: “La función de la ideología consiste en hacer posible una entidad política autónoma al proveer conceptos llenos de autoridad que le den sentido al suministrar imágenes persuasivas por medio de las cuales pueda captársela sensitivamente”. La política es el terreno en que las imágenes básicas de un grupo suministran reglas para ejercer el poder. Las cuestiones de integración conducen a las de legitimación y estas a su vez conducen a las cuestiones de deformación. Geertz entiende el concepto de autoridad como el paso por el cual se va desde la función integradora a la función de legitimación de la jerarquía. La ideología tiene una función más amplia que la política por cuanto es integradora. Pero cuando la integración llega al problema de la función de los modelos de autoridad, la política se convierte en lo central y la cuestión de la identidad se convierte en el marco. Cuando los sistemas se enfrentan con otros sistemas que formulan análogas pretensiones de autenticidad y legitimidad existe una situación de ideologías, en plural.

La ideología sustenta la integración de un grupo no solo es en el espacio, sino también en el tiempo. La ideología funciona no solo en la dimensión sincrónica sino también en la diacrónica. La realización del carácter integrador de la ideología ayuda a conservar el nivel apropiado de la lucha de clases, que es, llegar a su reconocimiento y aceptación. El sistema ideológico, así llamado por Geertz, considera las normas y las imágenes que proyectan la identidad de un grupo.

Para terminar, la ideología sobre el concepto de integración es un supuesto de otros conceptos principales de ideología (deformación y legitimación), pero en realidad funciona ideológicamente por obra de estos otros dos factores. La ideología conserva la identidad, pero también aspira a conservar lo que ya existe y, por lo tanto, es una resistencia. Algo se hace ideológico, cuando la función integradora se petrifica.

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