Resumen. Williams, Ideología – Versión de Lucía Luengas

Raymond Williams, «Ideología» en Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1988, pp.71-90.
Resumen y síntesis de Lucía Luengas Pérez

Síntesis

Existen diversas maneras de entender a la ideología. El marxismo supone que la ideología está influida por la lucha de clases; de ahí que no se puede dar un definición “correcta” de lo que es ideología. Destutt de Tracy muestra a la ideología como una ciencia que se basa en el Empirismo: puesto que el pensamiento se rige por leyes, estas leyes son a las se someten nuestras creencias. Raymond Williams propone que no podemos ver a la Ideología como una cosa y no ser tan materialistas en el sentido de que sólo es eso lo que debemos analizar y además le parece que las anteriores posiciones sobre la ideología era unilaterales; por lo tanto, desde la perspectiva de Williams debemos entender a la ideología de las cosas desde las prácticas de los hombres, ya que estas mismas no pueden ser separadas.

Resumen

El concepto de Ideología no se origina en el marxismo ni en modo alguno está confinado a  él. Sin embargo, existe un concepto importante en casi todo el pensamiento marxista sobre la cultura y especialmente sobre literatura y las ideas. La dificultad consiste entonces en que debemos distinguir las tres versiones habituales del concepto, que aparecen corrientemente en los escritos marxistas. Estas versiones son, claramente:


a) Un sistema de creencias característico de un grupo o una clase particular.
b) Un sistema de creencias ilusorias —ideas falsas o falsa conciencia— que puede ser contrastado con el conocimiento verdadero o científico.
c) El proceso general de significados e ideas.

Otra manera de conservar y distinguir las acepciones a) y b) es el utilizar la acepción a) para los sistemas de creencias fundados en la posición de clase, incluyendo la del proletariado dentro de la sociedad de clases , y la acepción b) para contrastar (en un sentido amplio)  con el conocimiento científico de todo tipo, que se basa en la realidad antes que en las ilusiones. La acepción c) socava la mayoría de estas acepciones y distinciones, ya que el proceso ideológico –la producción de significados de ideas– es considerado entonces como un proceso general y universal y la ideología es o este propio proceso o su campo de estudio. Las posiciones asociadas a las acepciones a) y b) , por tanto, son aplicadas en los estudios ideológicos marxistas. En esta situación no puede existir ninguna cuestión para establecer, excepto en la polémica, una única definición marxista correcta de Ideología.

El concepto de Ideología fue acuñado como término en las postrimerías del siglo XVII por el filósofo francés Destutt de Tracy. La intención era que configurara un término para la ciencia de las ideas. La ciencia de las ideas debe ser una ciencia natural, ya que todas las ideas se originan en la experiencia que tiene el hombre del mundo. Los verdaderos elementos de la Ideología son nuestras facetas intelectuales, sus principales fenómenos y circunstancias más evidentes. El aspecto crítico de este énfasis fue inmediatamente aprehendido por un tipo de oposición, el tipo reaccionario de De Bonald: La Ideología ha reemplazado a la metafísica porque la filosofía moderna no ve en el mundo otras ideas que las de los hombres. Todas las características de la inteligencia –agregaba De Bonald– desaparecieron bajo el escalpelo de esta disección ideológica.

Los rumbos iniciales del concepto de ideología son sumamente complejos. Era una aserción contra la metafísica el hecho de que “no hay en el mundo otras ideas que las de los hombres”. La ideología se vio limitada por sus supuestos filosóficos a una versión de las ideas consideradas como “sensaciones transformadoras” y una versión del lenguaje considerdo como un “sistema de signos”. El rechazo de la metafísica constituía un objetivo característico, confirmado por el desarrollo de la investigación empírica precisa y sistemática.

Es significativo que la objeción inicial a la exclusión de cualquier concepción activa de la inteligencia se produjera desde las posiciones generalmente reaccionarias que procuraban conservar el sentido de la actividad según sus viejas formas metafísicas.

En el estadio del desarrollo, una acepción despectiva de la “ideología” considerada como una “teoría irreal” o una “ilusión abstracta”, fue introducida en primera instancia por Napoleón desde una posición evidentemente reaccionaria, y fue adoptada por Marx aunque desde una nueva posición. «Ideología» era el apodo con el cual Napoleón solía distinguir toda especie de teoría que, sin apoyarse en absoluto sobre la base del propio interés, pensaba él, podía prevalecer sin ardientes muchachos salvadores ni entusiastas enloquecidos. Cada elemento de esta condena de la ideología fue retomado y aplicado por Marx y Engels en sus primeros escritos. Constituye el contenido sustancial del ataque de estos autores a sus contemporáneos alemanes en la obra La Ideología alemana (1846).

En lugar del esquema conservador (y convenientemente vago) de Napoleón de “el conocimiento del corazón humano y las lecciones de la historia”, Marx y Engels introdujeron “el verdadero terreno de la historia” —el proceso de producción y de autoproducción— a partir del cual podían delinearse “los orígenes y el desarrollo” de “diferentes productos teóricos”. La ideología se convirtió en un apodo polémico para los tipos de pensamiento que negaban o ignoraban el proceso social material de que siempre formaba parte la “conciencia”:

Es absolutamente razonable que la “ideología” deba ser privada de esta “apariencia de independencia”. Sin embargo, el lenguaje de los “reflejos”, “ecos”, “fantasma” y “sublimados” es muy simplista y ha resultado repetidamente desastroso. La conciencia es considerada desde el principio como una parte del proceso social material humano, y sus productos en “ideas” son tanto una parte de este proceso como los propios productos materiales. Esto, fundamentalmente, constituyó la fuerza propulsora de toda argumentación de Marx; sin embargo el punto se perdió, en esta área fundamental, debido a una redención temporal al cinismo de los “hombres prácticos” y , aún más, al empirismo abstracto de cierta versión de la “ciencia natural”.

La decisión de no partir de aquello “que los hombres dicen, imaginan, conciben ni tampoco de lo que se dice, se piensa, se concibe o se imagina de los hombres” es, por lo tanto, en el mejor de los casos, una advertencia correctiva de que existe otra evidencia, con frecuencia más sólida, de lo que ha hecho. Sin embargo, también existe, en el peor de los casos, una fantasía objetivista: la que todo “el proceso de la vida real” puede ser conocido independientemente del lenguaje (lo que los hombres dicen) y de sus registros (lo que se dice de los hombres).

Esta confusión es la fuente de la ingenua reducción, en gran parte del pensamiento marxista posterior, de la conciencia, la imaginación, el arte y las ideas a “reflejos”, “ecos”, “fantasma” y “sublimados”, y por lo tanto de una profunda confusión en el concepto de ideología. El más común de estos contrastes aparece con la relación a lo que se denomina “ciencia”.

En este punto se presenta una serie de dificultades. Los usos de los conceptos de “conciencia” y “filosofía” dependen casi por entero del aserto principal sobre la futilidad que implica la separación de la conciencia y el pensamiento del proceso social material.
Es difícil el concepto de “ciencia”. Debemos informarnos en primera instancia de un problema de traducción. El término alemán Wissenschaft, como el francés science, tiene un significado mucho más amplio del que ha tenido desde principios del siglo XIX el vocablo science (ciencia). En un sentido amplio se refiere al área de “conocimiento sistemático” o del “saber organizado”.

La noción de “ciencia” ha tenido un efecto crucial, negativamente, sobre el concepto de “ideología”. Si la “ideología” se diferencia de “la ciencia positiva, verdadera”, en la aceptación de un conocimiento coherente y minucioso del “proceso práctico del desarrollo de los hombres”, entonces la distinción puede resultar significativa como indicador de los supuestos, los conceptos y los puntos de vista admitidos que pueden ser exhibidos para prevenir o distorsionar tal conocimiento coherente y minucioso. su aplicación correcta depende de una distinción entre “el conocimiento coherente y minucioso del proceso práctico del desarrollo” y otros tipos de “conocimiento” que a menudo suelen parecerse mucho a él.

Sin embargo, entonces el concepto de ideología oscila entre “un sistema de creencias característico de cierta clase” y “un sistema de creencias ilusorias” —falsas ideas o falsa conciencia— se halla parada de la (intrínsecamente limitada) “conciencia práctica de clase”. Sin embargo, esta separación es más fácil de efectuar en la teoría que en la práctica.
La “ideología”, entonces, recae en una dimensión práctica y específica: el complicado proceso dentro del cual los hombres se “vuelven” (son) conscientes de sus intereses y de sus conflictos.

Toda esta serie de usos del concepto “ideología” se ha conservado en el desarrollo general del marxismo. En algunos niveles se ha producido una conveniente conversación dogmática de la ideología como “falsa conciencia”. Esto ha evitado a menudo el análisis más específico de las distinciones operativas entre la “verdadera” y la “falsa” conciencia —el nivel práctico, que es siempre el nivel de las relaciones sociales—y la función desempeñada dentro de estas relaciones por “ las concepciones, los pensamientos y las ideas”.

Deben examinarse sucintamente otras tres tendencia entre los conceptos de la ideología elaborados en el siglo XX. Dentro y fuera del marxismo, con la acepción relativamente neutral de “un sistema de creencias característico de una clase o grupo particular” (sin implicaciones de “verdad” o “ilusión”) pero con referencia positiva a un situación y a un interés social y a su sistema definido o constitutivo de significados y valores. La posición consiste, claramente, en que una ideología es teoría y que la teoría es a la vez secundaria y necesaria;  la “conciencia práctica”, como aquí mismo la del proletariado, no se produce por sí misma. Esto es radicalmente diferente al pensamiento de Marx, en el cual toda teoría “separada” es ideología y la genuina teoría –“el conocimiento positivo verdadero”– es, por contraste, la articulación de la “conciencia práctica”.

La condición limitante de la “ideología” considerada como concepto, desde sus comienzos con Destutt, fue la tendencia a limitar los procesos significativos a la condición de “ideas” o “teorías” formadas o separables, ya que los vínculos prácticos que existen entre las “ideas” y las “teorías” y la “producción de la vida real” se encuentra en todos dentro de este proceso de significación social y material. Sin embargo, queda pendiente entonces la cuestión de si los conceptos “ideología” e “ideológico” son sus sentidos de “abstracción” e “ilusión”, o sus sentidos de “ideas” y “teorías”, o incluso sus sentidos de un “sistema” de creencias o de significados y valores, son términos suficientemente precisos y practicables para una redefinición tan radical y de largo alcance.

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