22.08 Williams, La ideología como objeto de estudio – Versión de Darío Cruz

Bitácora de la sesión del 22 de agosto
Versión de Ariel Darío Cruz Flores

La cuarta sesión del curso se desarrolló a partir de la lectura de Raymond Williams, «Ideología», para lo cual el profesor estructuró la exposición-debate en tres puntos:
  • Notas acerca de la teoría de la cultura y su significado como productora de ideas
  • La forma en la que se piensan las ideas y su necesidad
  • La fantasía objetivista

Dentro del tratamiento del primer punto, se problematizó acerca de la noción de “cultura”  y la producción de creencias como parte de los elementos que son generados por ésta. La evocación de este término provoca el entendimiento de, principalmente, dos acepciones: a) cultura como acotación de lo que el hombre produce en el orden de lo intelectual (artes de las élites o populares), y b) cultura como proceso, conjunto de movimientos del espíritu  que desarrolla el ser humano, por ejemplo, el control de la naturaleza ―el fuego—.

Esta segunda acepción es la más significativa, dentro del orden de una teoría de la cultura, porque permite una historización del concepto mismo debido a que éste no es una conclusión absoluta, sino que es un concepto en constante movimiento y por lo tanto, histórico; es decir, se genera una historia del desarrollo teórico del concepto “cultura”.  Así pues, remitiéndonos a este desarrollo histórico, παιδεια (paideia), noción griega de formación/construcción inamovible e inmutable de ‘lo potencialmente humano’, revela la confrontación entre la noción de un grupo social respecto a sí mismo (los griegos) y “los otros”, los que no tienen παιδεια (los bárbaros).

Transferida y transmutada, durante la Ilustración del siglo XVII, la paideia-cultura adquiere la noción de progreso, entendido como el alejamiento de la ignorancia y el acercamiento a la razón. Sin embargo, esta idea traería como consecuencia, en el ámbito de la práctica, una contradicción: no todo lo que hacen los pueblos “avanzados” es necesariamente mejor respecto al estadio “anterior” (p. ej. el paso de la esclavitud al trabajo asalariado). Esto genera una problemática crucial para la comprensión de la producción de “lo humano”: ¿qué papel juega la determinación (cultural) en la conformación de los sujetos? ¿Qué implica tener una  configuración materialista de la realidad —lo que hago—? ¿Y qué, una idealista —lo que creo que hago—? ¿Qué es lo que “verdaderamente” nos determina?

Prosiguiendo la sesión en el  segundo punto, el planteamiento del problema recae en la figura de Destutt de Tracy (siglo XVIII) quien se encargó de crear una ciencia cuyo objeto de estudio sean, propiamente, las creencias —ideas, elementos constitutivos, determinantes del  individuo—. Así nace el término ideología como el estudio empírico de las ideologías. La ideología comienza como una ciencia natural cuyo objeto responde por ello a leyes —nuestro pensamiento está sometido a leyes del mismo modo que los cuerpos están sometidos a la gravedad—.

Así pues, nuestro pensamiento responde a condicionantes materiales sensoriales que registramos por el oído, el tacto, el olfato, la vista e incluso el gusto. Esto conduce a una naturalización de las ideas, es decir, la inalterabilidad de las creencias de los grupos sociales asumiendo una postura que coloca a las ideas como una exterioridad al individuo: libertad como libre albedrío —cada quien hace lo que quiere porque puede pensar lo que quiera—. Sin embargo, esta concepción burguesa de “la libertad” choca contra la determinación universal de leyes porque se asume que el pensamiento no puede analizarse como si fuese un objeto “esclavizado”. No obstante, existen fenómenos sociales que no se comprenden con el empirismo cientificista y la libertad burguesa.

Surgió de esta manera una interrogante: ¿cómo interactúo con el mundo? A lo que se respondió que todo lo que nosotros sabemos como individuos se debe a la interacción con el mundo sensorial —se ejemplificó con la imagen de un individuo sin sentidos o en estado vegetal—. Entonces, para De Tracy, las ideas surgen a partir de una suerte de confrontación directa del individuo con la “cosa”, no por lo que otros me han dicho respecto a la “cosa”. De esta manera, el principio empirista de confrontación-correspondencia con el objeto, adquirirá un carácter antimetafísico; por lo que la ideología, en consecuencia, se encargaría del estudio de los dogmas mediante su materialidad — las prácticas—.

No obstante, el empirismo sirvió como fundamento para el positivismo: la verdad mediante el método “científico” por excelencia, la experimentación. Bajo este precepto cientificista,  todo conocimiento debe pasar por un riguroso método de experimentación para comprobar. Esto es, por un lado tenemos los objetos de la experiencia, y por el otro, las creencias sobre los objetos de experiencia. Una cosa son los hechos, y otra, radicalmente distinta, la manera en la que nosotros interpretamos los hechos. Bajo el canon positivista, una “ideología” (en el sentido de una ciencia) no estudiaría hechos sino lo que los sujetos creen acerca de los objetos.

Se forma una tríada: por un lado, “lo que alguien hace”, los “hechos”; por otra parte, “lo que el actor dice que hace”, el “discurso” de justificación; y por último, “lo que otro más dice (bajo criterios “objetivos”) que el primero en verdad hace”. Esto nos conduce a preguntarnos dónde yace la “verdad” de los hechos. ¿Radica la verdad en lo que hacemos, decimos o en la explicación que otro da? O sea: ¿por qué nos comportamos como nos comportamos? Así pues, la fantasía objetivista del positivismo consiste en la eliminación de todo aquello que el sujeto profiera de su situación y no su situación en sí. Pero, ¿por qué es una fantasía la del positivismo? Pues porque para analizar lo que se hace es preciso de categorías y cierta perspectiva de las cosas, una forma de entender la realidad social. Es por ello que desde la perspectiva marxista, aquello que yo soy está en función de lo que hago. Sin embargo, una reducción simplista del materialismo, no resolvería la cuestión aquí tratada — “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, famosa tesis once sobre Feuerbach de Karl Marx—.  Finalmente, la pregunta a reflexionar sería la siguiente: ¿un cambio en las condiciones materiales, devendría en un cambio de la conciencia?

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