26.10 Žižek, Marx, Freud y la fantasía ideológica – Versión de Eduardo Eguiarte

Bitácora de la sesión del 24 de octubre de 2012
Versión de Eduardo Eguiarte Ruelas

La sesión se desarrolló en torno al texto de Slavoj Žižek, “¿Cómo inventó Marx el síntoma?”, que es el capítulo uno de su libro El sublime objeto de la ideología. De esta manera, la clase se dividió en cuatro partes:
  1. Ronda de preguntas en relación con la lectura
  2. ¿En qué consiste la homología entre Freud y Marx?
  3. ¿Qué es el fetichismo de la mercancía?
  4. Fantasía ideológica

1. Ronda de preguntas en relación con la lectura

Para dar inicio a la sesión, el profesor preguntó si había dudas con respecto al texto de Žižek. A esto, Julio César Mondragón dijo que no había comprendido totalmente lo que significaba la fórmula de Sohn-Rethel: “La abstracción del intercambio no es pensamiento, pero tiene la forma de pensamiento.” Para poder responder esto, lo primero que se debe entender es la diferencia existente entre el pensamiento y la forma del pensamiento: la forma es la estructura que se le da al pensamiento. Para tener mayor claridad, si fuera literatura, el contenido sería la historia, es decir, aquello que se está contando. Así, la forma se refiere a cómo lo cuento, y hay distintas forma. Esto es, la forma en que Borges cuenta una historia no es la misma de Cortázar, aunque puedan hablar del «mismo» tema. En este sentido, la forma va a determinar el contenido; o, en otros términos, la forma del pensamiento va a determinar al pensamiento.

Ahora bien, ¿en qué consiste la abstracción del intercambio? Hay una mercancía “1” y una mercancía “2”; si le digo a alguien que le cambio mi mercancía (1) por su mercancía (2), ¿cómo se puede llevar a cabo este intercambio? Cuando el valor de ambos es equivalente. Y, ¿cómo cambio dos objetos de naturaleza distinta?, es decir, ¿cómo cambio un celular por un libro? Para esto, requerimos, de alguna manera, decir que tienen el mismo «valor». Cuando postulo que ambas mercancías son «equivalentes», hago una abstracción del valor de las dos mercancías. A partir de esto, dice Žižek, la abstracción del intercambio no es un pensamiento, esto es, no es un contenido del pensamiento, pero tiene la forma del pensamiento, lo cual significa que la abstracción del intercambio está estructurando los contenidos de los pensamientos.

Posteriormente, Gabriel López preguntó a qué se refiere Žižek cuando, citando a Sohn-Rethel, dice: “Lo que los propietarios de mercancías hacen en una relación de intercambio es solipsismo práctico, independientemente de lo que piensan o dicen acerca de él.” Para comprender esto, se tiene que saber que un solipsista es aquél que en el nivel teórico no tiene forma de comunicarse con los demás, es decir, alguien que no realiza relaciones de intercambio de ideas con los otros. Pero aquí notamos que el decir “solipsismo práctico” es una suerte de ironía, pues no hay un solipsista práctico en el sentido de que éste no puede realizar un intercambio, ya que no se comunica con nadie más. Así, lo que hace un solipsista práctico es intercambiar mercancías, pero sin relacionarse con los otros; a saber, lo que dice Žižek es que estos solipsistas son prácticos porque piensan una cosa, pero hacen otra.

Después, Quiahuitl Sánchez preguntó a qué se refiere el autor cuando dice que identidad y enajenación son estrictamente correlativos. Para esto, el profesor explicó a grandes rasgos qué significa enajenación. A saber, enajenar quiere decir estar en otro, es decir, que A es B; más detalladamente, que A, que debería ser A pues en realidad es A, está bajo la forma de B. Ahora, identidad significa que A es A y no es B.

El argumento de Žižek es que la identidad del sujeto se corresponde en cierto grado con su enajenación, o sea, con su no ser lo que él dice que es, y por eso la identidad requiere una cierta medida de enajenación. Para comprender mejor esto, se dijo lo que este autor afirma en relación con el amor: el proceso de idealizar a la pareja no consiste en ver en ella todos los atributos color de rosa, ése no es el problema, al contrario, el proceso es cuando se deja de idealizarla. Esto porque de estar enajenados, se cree que se puede ver directamente a la persona sin la carga simbólica, lo cual es imposible. Así, identidad y enajenación son correlativos.

2. ¿En qué consiste la homología entre Freud y Marx?

En La interpretación de los sueños, Sigmund Freud expone la justificación de lo inconsciente. ¿Cómo descubre que existe lo inconsciente que nos rige en nuestra vida consciente? Freud tuvo un sueño, el cual recordó y, consecuentemente, le buscó un sentido. Soñó con su expaciente Irma, quien no había mejorado con sus tratamientos, pero sí lo había hecho con los de un doctor amigo suyo. En la interpretación queda claro que el contenido del sueño es la realización de un deseo, en este caso, descargar en su amigo y en Irma la responsabilidad del (mal) tratamiento, cuando la verdad es que se sentía culpable. Hay dos maneras por medio de las cuales se habían explicado los sueños. La primera dice que éstos no tienen significado, son desvaríos de la mente; la segunda les da un sentido de adivinación. Pues bien, él niega ambas explicaciones diciendo que más bien todo sueño realiza un deseo.

Freud señala que hay tres niveles en el sueño: contenido manifiesto, contenido latente y deseo inconsciente. El contenido manifiesto es aquello que recordamos, el cual en su caso sería la discusión que tuvo con su amigo doctor respecto de Irma; al interpretar su sueño, Freud reconoció que se sentía culpable por no haber logrado una mejoría en Irma, y dicha culpabilidad es el contenido latente; ahora bien, la culpa que lamentaba con su paciente quería que fuera de ella y de su amigo, y ése era su deseo realizado.

A partir de lo anterior, parece que se tiene que descubrir la verdad oculta del sueño manifiesto; sin embargo, el verdadero descubrimiento de Freud radica en ver por qué el contenido latente se manifiesta de tal manera. En otras palabras, lo inconsciente radica en que la verdad se manifiesta de determinada manera. Lo inconsciente es el deseo oculto, y lo que lo hace inconsciente es darle su estructura al contenido manifiesto. Así, el trabajo del sueño se encuentra en el paso del contenido latente al manifiesto. Y, en este sentido, lo que le interesa Freud es saber por qué lo latente se manifiesta de determinada manera.

En suma, en Freud se pueden identificar dos movimientos: el primero es mostrar que el sueño no es un sinsentido, sino que tiene un sentido oculto; y, el segundo es mostrar que el sueño no tiene un sentido oculto, sino que lo manifiesto es lo oculto.

En relación con Marx, para él también existen dos movimientos. El primero consiste en que la mercancía tiene un valor que no es azaroso. Para esto, es necesario comprender cómo demuestra Marx que el valor es falso. Si yo tengo una mercancía, ésta tiene en principio dos valores:
  • Valor de uso. Por ejemplo, los zapatos que sirven para no lastimarse los pies.
  • Valor de cambio. Se pueden intercambiar dos mercancías de naturaleza distinta, verbigracia, zapatos por arroz.

Empero, al hacer un trueque ¿cómo establezco que ambas mercancías (diferentes) tienen un valor equivalente? A esto, Marx agrega un tercer valor:
  • Valor. Al hacer un cambio, estoy intercambiando mi valor de uso, o sea, los zapatos para no lastimarme los pies los cambio por otro valor de uso, arroz para no morirme de hambre. De esta manera, el valor implica que la mercancía 1 (M1) vale tanto como la mercancía 2 (M2).

Marx expresa que lo que permite valorar igual las mercancías es el trabajo. M1 vale tanto como M2 porque ambas tienen el mismo trabajo (socialmente necesario). Sin embargo, como no se puede intercambiar siempre una mercancía por otra, se crea una universal, la cual es equivalente a todas: dinero. Éste también es una mercancía y, ergo, requiere trabajo. Por lo anterior, el oro es más valorado que la plata, es decir, porque requiere de mayor esfuerzo para ser adquirido.

Aquí se puede vislumbrar parte de la homología que hace Žižek entre los dos autores: así como el sueño tiene un sentido, el valor de la mercancía es correlativo con el trabajo; y, de la misma manera que la verdad del sueño no está en el contenido latente, no hay que creer que la verdad de la mercancía radica en que ésta concentra valor, es decir, en el trabajo y las relaciones sociales que hay detrás de ella.

De tal suerte, se pasa al segundo movimiento de Marx: por qué la mercancía adquiera esa forma. Este movimiento plantea que una cosa, efectivamente, es una cosa, pero lo que se tiene que explicar es la razón por la cual yo en el producto de una relación social veo una cosa; o bien, por qué la mercancía es mercancía.

Con base en lo antedicho, llegamos a la homología entre Freud y Marx. Nosotros nos comportamos respecto de las mercancías con la conciencia de que son el producto de una relación social, pero lo hacemos como si no lo supiéramos, como si fueran una abstracción. De este modo, la homología nos permite descubrir en qué consiste la reificación de las cosas.

3. ¿Qué es el fetichismo de la mercancía?

Slavoj Žižek menciona a Lacan a propósito de Marx porque él «descubrió el síntoma». Éste es una suerte de desequilibrio de lo universal, lo cual, a su vez, es un concepto que se aplica a todos los casos; en este sentido, lo que muestra el autor es que lo universal va en contra de lo universal mismo o, en otras palabras, se ve confrontado por su misma acepción. Verbigracia, la libertad burguesa es mucho mayor que la que tenía un esclavo o un siervo. Sin embargo, la máxima de las libertades burguesas resulta ser la libertad de venderse a otro, lo cual es lo contrario de libertad porque ésta no es alienable y, además, porque de ella se está creando una nueva mercancía.

Ahora bien, ¿cómo surge el capital? Por medio de la creación del plusvalor. Esto es, cuando compro una mercancía no hay un añadido; empero, cuando con dinero obtengo mano de obra estoy consiguiendo la mercancía que produce valor, y gracias a esa producción de valor adquiero un producto –porque hago que alguien trabaje para mí–. Matemáticamente se representaría así: materia prima + mano de obra = mercancía.

De nuevo, gracias a obtener la mano de obra se adquiere la capacidad de reproducción del obrero. Esta capacidad será un beneficio para que eventualmente se sigan teniendo obreros. A este respecto, la mano de obra que en un principio cuesta $300 en el producto final se va a incorporar; es decir, si se produce X cosa, ésta será la suma del valor de la materia prima más el valor de la mano de obra. Así, al final, la mercancía va a tener un valor superior al de la mano de obra porque sólo se le paga al obrero una fracción de lo que vale su mano de obra. Por ejemplo, al obrero se le pagan $200 cuando su mano de obra en realidad vale $300, pues bien, esos $100 de diferencia son el plusvalor, es decir, aquello que sin invertir se obtuvo. De esta manera, la burguesía crea una nueva mercancía –la mano de obra–, la cual surge en la paso del feudalismo al capitalismo; y ésta lo que ocasiona es la negación del intercambio equivalente.

Comprendido esto, pasamos a lo que es la fetichización, sobre la cual habría dos explicaciones. La primera consiste en tratar a la cosa no como el producto de relaciones sociales, sino como una cosa, aun cuando sabemos que en ella hay una cantidad de trabajo concentrado. En términos gráficos esto implicaría que A equivale a B, en tanto que B equivale a A. La segunda explicación que Žižek plantea es que A equivale a tanto trabajo acumulado socialmente necesario como B, pero se tiene que hacer como si B fuera ya equivalente de A, independientemente de A.

En términos sociales, esto significa lo siguiente: ¿por qué un rey es un rey? Desde la primera interpretación, lo es porque los demás lo tratan como si lo fuera. A partir de la segunda interpretación, lo es porque, a pesar de que sabemos que el rey es rey porque así lo tratamos, actuamos como si no lo supiéramos. Con respecto al dinero, la fetichización consiste en que no se trata, por ejemplo, a un billete como papel, sino que se le considera como si independientemente de las relaciones sociales tuviera ciertas características en sí.

Sin embargo, la fetichización no siempre ha consistido en lo mismo. Por un lado, en el feudalismo eran las relaciones entre humanos las que estaba fetichizadas; esto es, existían estratos sociales porque realmente se creía que ciertas personas tenían un halo místico. No obstante, las cosas no lo estaban, pues no había plusvalor, es decir, no había explotación. Por otro lado, en el capitalismo las relaciones sociales dejan de fetichizarse, pues se considera que todos los hombres son iguales; en su lugar, las mercancías se fetichizan.

Para Žižek, lo anterior nos lleva a cuestionarnos si, en efecto, existe la verdad detrás de las mercancías. Para eso, dice, hay una primera alternativa: el cinismo. A saber, yo sé que las cosas son el producto de una relación social, pero no me importa. En otras palabras, el postulado del cinismo sería que saben lo que hacen y, sin embargo, lo hacen. Desde esta perspectiva, no se trata de ridiculizar la fetichización de las relaciones humanas o de las cosas, sino de ser, de alguna manera, moral en la inmoralidad. Por ejemplo, es preferible enriquecerse fundando un banco –porque es legal–, que robando al mismo –porque es ilegal–. El problema que detecta Žižek en esta argumentación es que no alcanza a distinguir entre ideología, como falsa conciencia, y fantasía ideológica.

4. Fantasía ideológica

El profesor comenzó esta última parte de la clase preguntando si la ilusión –o bien, la falsa conciencia– radica en que la gente no sabe lo que hace o, por el contrario, está consciente y aun así lo hace. A esto, dice Žižek, el problema no se encuentra en lo que se sabe, sino en lo que se hace. El dinero es un ejemplo claro de esto: se sabe que en el dinero no hay nada mágico y, sin embargo, se le trata como si lo hubiera. En esta perspectiva, la fantasía ideológica radica en lo que se realiza con relación a las cosas, no en lo que se dice de ellas, esto es –según Žižek-, radica en el conjunto de creencias objetivas.

Para este autor, las creencias no son netamente subjetivas, pues en lo que hacemos se manifiesta aquello que creemos; incluso creemos antes de creer, lo cual se explica dado que bajo el capitalismo las cosas creen por mí, yo ya no creo en ellas. Por ejemplo, en algunos programos televisivos de índole cómico hay lo que se conoce como canned laughter, esto se hace notar cuando en dichos programas sucede algo chusco y se escuchan risas. Esto representa que ya no necesitamos reírnos de la situación que vemos porque lo están haciendo por nosotros. De esta forma, la objetividad de las creencias consiste en que yo sé una cosa pero me comporto, efectivamente, de otra. Con esta última precisión, el profesor dio por concluida la clase.

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