Resumen: Eagleton, ¿Qué es ideología? — Versión de Ana Karen León

Terry Eagleton, «Introducción» y «¿Qué es la Ideología?» en Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós 1997, pp.13-55.
Resumen de Ana Karen León Sánchez

Introducción

La última década ha conocido un notable resurgimiento de movimientos ideológicos en todo el mundo. ¿A qué es debido que en un mundo atormentado por conflictos ideológicos la noción misma de ideología se haya evaporado sin dejar huella en los escritos posmodernos y postestructuralistas? Sostengo que tres doctrinas clave del pensamiento posmoderno han convergido en el descrédito del concepto clásico de ideología. La primera de estas doctrinas se basa en el rechazo de la noción de un modelo empirista de representación. La segunda doctrina gira en torno a un escepticismo epistemológico, es decir, identificar una forma de conciencia como ideológica entraña algo de verdad absoluta. La tercera doctrina atañe a una reformulación de las relaciones entre racionalidad, intereses y poder, donde se considera redundante el concepto de ideología. Estas tres tesis son suficientes como para deshacerse por completo de la cuestión de la ideología.

El objeto de este libro es aclarar algo de la enmarañada historia conceptual de la noción de ideología. La actual supresión del concepto de ideología es un reciclaje de la época del «fin de las ideologías» posterior a la segunda guerra mundial, tal razón política no apuntaba a la ahora tan de moda aversión a la crítica ideológica.

La crítica de la ideología, pues, presume que nadie está siempre completamente engañado ya que alguien que fuera completamente engañado no sería capaz de reconocer una pretensión emancipatoria.

¿Qué es ideología?

El término “ideología” tiene un amplio abanico de significados útiles y no todos compatibles entre sí: conjunto de ideas característico de un grupo social; ideas (verdaderas o falsas) que permiten legitimar un poder político dominante; tipos de pensamiento motivados por intereses sociales; ilusión socialmente necesaria; unión de discurso y poder; entre otros. Podemos observar que algunas de estas formulaciones son peyorativas, otras lo son de manera ambigua y otras en absoluto son peyorativas.

La ideología es en este sentido lo que tiene la otra persona, no obstante, algunas de estas definiciones son neutrales en este sentido: un conjunto de ideas características de un grupo social particular (uno podría denominar ideológicas sus propias ideas sin que ello implique que sean falsas). También es notorio que algunas de estas formulaciones implican cuestiones epistemológicas, mientras que otras nada dicen al respecto.

Hegel, Marx y algunos otros pensadores marxistas posteriores, se han interesado más por las ideas del conocimiento verdadero o falso, por la noción de la ideología como ilusión, distorsión y mistificación; mientras que el pensamiento alternativo se ha interesado más por la función de las ideas de la vida social. Émile Durkheim caracterizó el «método ideológico» como un método consistente en «el uso de nociones para regir la fusión de los hechos más que la derivación de nociones a partir de ellos». No es difícil mostrar lo equivocado de esta posición ya que muchas personas admitirían que sin ideas preconcebidas (“precomprensiones”), ni siquiera podríamos identificar una cuestión o situación, y menos formularnos un juicio sobre ella. No hay nada semejante a un pensamiento sin presuposiciones, y en este sentido podría decirse que todo nuestro pensamiento es ideológico, pero el atributo de las ideas preconcebidas rígidas marca la diferencia, y por supuesto no debemos olvidar que aún queda ver si todo lo que llamamos ideológico es racionalista.

Un rasgo interesante de esta ideología del «fin de la ideología» es que tiende a concebir la ideología  de dos modos bastante contradictorios:  Por un lado, las ideologías son apasionadas, retóricas, y están impulsadas por algún credo pseudorreligioso e ignorante que el sobrio mundo del capitalismo moderno y tecnocrático ha superado felizmente; por otro lado, son sistemas conceptuales áridos que buscan reconstruir la sociedad desde la base de un acuerdo con un plan incruento.

Una objeción a la idea de que la ideología consista en conjuntos particularmente rígidos de ideas es que no todos los conjuntos rígidos de ideas son ideológicos; por ejemplo, yo puedo tener ideas inflexibles acerca de cómo cepillarme los dientes, pero sería extraño llamar ideológica tal postura, pero si estoy obsesionado con cepillarme los dientes porque si los británicos no tienen buena salud entonces los soviéticos pisotearán a nuestra débil y desdentada nación, tal vez tendría mayor sentido describir este comportamiento y otros como motivados ideológicamente.

El término ideología, en otras palabras, parece que hiciera referencia no sólo a sistemas de creencias sino a asuntos relativos al poder, o mejor dicho la ideología tiene que ver con la legitimación del poder de un grupo social dominante. Un poder dominante se puede legitimar por sí mismo:
  • Promocionando creencias y valores afines a él.
  • Naturalizando y universalizando tales creencias para hacerlas evidentes y aparentemente inevitables.
  • Denigrando ideas que puedan desafiarlo.
  • Excluyendo formas contrarias de pensamiento;  quizá por una lógica tácita pero sistemática.
  • Oscureciendo la realidad social de modo conveniente a sí misma.        
Estas seis estrategias se relacionan de forma compleja para cualquier formación ideológica actual, aunque esta definición plantea dos dificultades: en primer lugar, dado que no toda creencia etiquetada de ideológica está asociada a un poder político dominante, entra la pregunta: ¿no son tendencias ideológicas cuando están en la oposición política y sí cuando llegan al poder? Puede parecer necesaria una definición más amplia de ideología, como cualquier tipo de intersección entre sistemas de creencias y poder político. Ampliar el alcance del término ideología de esta manera tiene la ventaja de permanecer fiel a un uso más común y así resolver el aparente dilema de por qué, por ejemplo, el fascismo tendría que ser una ideología pero no el feminismo.  Tiene, no obstante, la desventaja de parecer desechar del concepto de ideología la ocultación y naturalización de la realidad social, entre otros.

La segunda dificultad es que el hecho de ampliar el concepto de ideología puede llevar hasta el punto de volverlo políticamente desdentado. Según esta teoría de la “legitimación del poder”, limitar la idea del poder a sus más obvias manifestaciones políticas sería por sí misma una iniciativa ideológica. Concebir el poder como algo que determina nuestras relaciones personales y actividades rutinarias es un beneficio político ya que la fuerza del término ideología reside en su capacidad para discriminar entre aquellas luchas de poder que son de alguna manera centrales a toda forma de vida social, y aquellas que no lo son; por ejemplo: a la hora del desayuno, una pelea entre marido y mujer sobre quien dejó que se churruscara la tostada no es meramente un asunto ideológico, pero cuando se empiezan a entablar cuestiones relativas al poder sexual, esto se torna ideológico.

Es posible estar de acuerdo con Nietzsche y con Foucault en que el poder está en todas partes, aun deseando, por determinados fines políticos distinguir entre tipos de poder. Por otra parte, pretender que un tipo de conflictos es más importante que otros implica, por supuesto abogar por esta prioridad y estar abiertos a la desaprobación: pero nadie cree realmente que “el poder está en todas partes”. Así pues, no todo se puede tachar últimamente de ideológico, esto significa sólo que en cualquier situación particular uno debe ser capaz de señalar lo que considera no ideológico para que el término tenga significado. No obstante, alguien podría pretender igualmente que no hay un fragmento de discurso que quizá no sea ideológico, dadas las condiciones apropiadas. «¿Ya has sacado al gato fuera?», podría ser una manifestación ideológica, si (por ejemplo) implica tácitamente: ¿O eres el típico proletariado apático?

Una manera de plantear esta cuestión es sugerir que la ideología es un asunto de “discurso” más que de “lenguaje”. Uno no puede decidir si una afirmación es ideológica o no examinándola aislada de su contexto discursivo; la ideología es una función de la relación de una manifestación con su contexto social.

Muchas personas fuera de la academia de derecha definen ideología como manifestaciones “socialmente interesadas”, pero la línea divisora entre social e individual es problemática y los “intereses sociales” forman en cualquier caso una categoría tan amplia que implica el riesgo de vaciar el concepto de ideología. Y es aquí donde podría ser útil discriminar entre los “niveles” de interés, uno de los cuales puede ser ideológico y el otro no. Por un lado, los intereses “profundos” generados por la naturaleza de su cuerpo: interés por comer y comunicarse, entre otros, los cuales no son ideológicos; y del lado opuesto, por ejemplo el interés en derrocar al gobierno, donde es un interés meramente ideológico.

Respecto a la cuestión de si la ideología puede ser considerada como una falsa conciencia, hay que  aclarar que es una noción de ideología bastante impopular en nuestros días, por varias razones. Puede concebirse la idea de falsa conciencia como si implicara la posibilidad de percibir el mundo en cierto modo de manera inequívocamente correcta. La creencia de que una minoría de teóricos monopolizan un conocimiento basado en cómo es la sociedad, mientras que el resto de la gente esta sumida en una conciencia falsa o poco clara, no encaja particularmente en una sensibilidad democrática.

En esta situación, a algunos teóricos de la ideología les resulta más sencillo abandonar sin más el problema epistemológico, favoreciendo un significado de ideología más político como medio en el cual los humanos libran sus batallas sociales y políticas en el nivel de los signos, significados y representaciones. Defender una definición de ideología más “política” que  “epistemológica” no significa que política e ideología sean idénticas. Una forma en la que se podría concebir su distinción es la de sugerir que la política se refiere a los procesos del poder por los que los órdenes sociales se sostienen o desafían, mientras que la ideología denota las formas en que se aprehenden estos procesos del poder en el ámbito de la significación.

La concepción de la ideología como “falsa conciencia” no es convincente, y una de las razones tiene que ver con la moderada racionalidad de los humanos en general: como decía Aristóteles, seguro que hay un elemento de verdad en la mayoría de las creencias. Concebir a esas personas sumidas en un prejuicio irracional, es una actitud conservadora; es en cambio una actitud radical sostener que somos capaces de dar sentido a nuestra vida de una manera moderadamente lógica. Si fueran tan crédulos, ¿cómo se podría esperar alguna vez la emancipación?

De este punto de vista se sigue que si nos encontramos con un conjunto de, por ejemplo, doctrinas religiosas que son objeto de compromiso para mucha gente, podemos estar razonablemente seguros de que tienen algo de verdad. Por muy extendida que pueda estar en la vida social la “falsa conciencia”, puede afirmarse que lo que la mayoría de las personas dicen casi siempre acerca del mundo debe ser, en realidad, cierto. Según Davidson no podríamos estar equivocados la mayor parte del tiempo. Nuestro conocimiento práctico debe ser mayormente exacto, ya que si no nuestro mundo se desharía. Las personas que comparten las mismas prácticas sociales deben entenderse las unas con las otras correctamente la mayor parte del tiempo.

No obstante, una objeción hacia la  falsa conciencia es la “comunicación deformada sistemáticamente” ; por ejemplo, imaginemos a una sociedad que utilice la palabra “obligación” cada vez que un hombre golpea a su mujer,  a esto se le conoce como desviación sistemática. La sociedad de las esposas golpeadas debe usar la palabra “obligación” un suficiente número de veces en un apropiado contexto para que nosotros seamos capaces de descubrir el “abuso” ideológico.

No hay que olvidar que ciertas clases de ilusiones pueden expresar necesidades y deseos reales, es decir, no tendría que implicar que las personas no consideren tener buenas razones para sostener estas creencias. Las ideologías deben ser bastante “reales” para propiciar la base sobre la que las personas puedan forjar una identidad coherente.

Una razón por la que la ideología no parecería ser una forma de falsa conciencia es que algunos enunciados ideológicos son verdaderos en lo que afirman pero falsos en lo que excluyen: “Esta tierra de libertad”, puede ser verdad si se considera libertad de culto, pero no si se refiere a libertad de vivir sin miedo de ser atacado. Otro tipo de afirmaciones ideológicas implica una falsedad sin que necesariamente pretendan engañar: “Soy británico y estoy orgulloso de serlo”,  ambas partes de esta oración pueden ser verdaderas pero esto implica el hecho de que ser británico es una virtud por sí misma, lo que es falso. Parece pues que, por lo menos, algo de lo que llamamos discurso ideológico es verdadero en un nivel pero no en otro.

Los juicios morales son tan candidatos a la argumentación racional como las partes más obviamente descriptivas de nuestro lenguaje. Los juicios morales no pueden someterse a los criterios de verdad y falsedad porque estos criterios están, en realidad, en considerable desorden. Entonces a un realista moral no le resultaría convincente la idea de “falsa conciencia” porque se puede demostrar que algunas proposiciones ideológicas son empíricamente verdaderas, pues siempre puede demostrarse que esa proposición codifica una tesis normativa que de hecho es falsa.

La ideología, para Althusser, representa en efecto la realidad –pero lo que representa es la manera en que yo “vivo” mis relaciones con el conjunto de la sociedad, lo que no puede considerarse una cuestión de verdad o falsedad. Alhusser intenta hacernos pasar de una teoría cognitiva a una teoría afectiva de la ideología: es ciertamente subjetiva en el sentido de estar centrada en el sujeto; sus manifestaciones han de ser descifradas como expresión de las actitudes o las relaciones del hablante con el mundo.

Althusser puede estar en lo cierto en que la ideología es principalmente una cuestión de “relaciones vividas”; pero no existen relaciones tales que no supongan tácitamente un conjunto de creencias y suposiciones, y estas creencias y suposiciones pueden por sí mismas estar abiertas a juicios de verdad y falsedad. Un racista suele ser alguien dominado por el miedo, el odio, más que alguien que ha llegado desapasionadamente a ciertos juicios intelectuales sobre otras razas; pero incluso si sus sentimientos no están motivados por tales juicios, probablemente estén entrelazados con ellos.

Es posible, en fin, definir las ideologías de seis maneras aproximadamente diferentes:

  1. Podemos entender por ideología, el procesos material general de producción de ideas, creencias y valores en la vida social. Aquí la ideología, o cultura, denotaría todo el complejo de prácticas de significación y procesos simbólicos de una sociedad determinada; aludiría a la manera en que las personas “viven” sus prácticas sociales: el concepto muestra en este caso la determinación social del pensamiento.
  2. El concepto de ideología ligeramente menos global, gira en torno a las ideas y creencias (tanto verdaderas como falsas) que simbolizan las condiciones y experiencias de vida de un grupo o clase concreta, socialmente significativo. Aquí, el concepto de «ideología» está muy cerca de la idea de “cosmovisión”.
  3. Ideología puede también atender a la promoción y legitimación de los intereses de grupos sociales con intereses opuestos. Aquí, la ideología puede contemplarse como un campo discursivo en el que poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social.
  4. Un cuarto sentido de la ideología conservaría este acento en la promoción y legitimación de intereses sectoriales, pero lo limitaría las actividades de un poder social dominante.
  5. Ideología puede también significar las ideas y creencias que contribuyen a legitimar los intereses de un grupo dominante específicamente por medio de la distorsión y el disimulo.
  6. Un sexto sentido de ideología conserva el acento en las creencias falsas o engañosas pero considera que estas creencias derivan no de los intereses de una clase dominante sino de la estructura material del conjunto de la sociedad.                                                      


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