17.08 Eagleton, Discurso e ideología – Versión de Priscilla Mendoza

Bitácora de la sesión del 17 de agosto
Versión de Priscilla Diamanda Mendoza Iniestra

Nuestra tercera sesión se desarrolló a partir del séptimo capítulo. Las temáticas a tratar fueron cuatro:

1. Planteamiento del problema de la relación entre discurso e ideología, en sentido de que la experiencia está conformada por los discursos
2. Primera refutación de la idea de que la experiencia está conformada por los discursos
3. Relación entre lenguaje y realidad
4. Segunda refutación entre lenguaje y realidad

1. La conformación de la experiencia a partir de los discursos

Comenzó con la interrogación acerca de cómo se relaciona la práctica con lo que se justifica de la misma. Desde la perspectiva postmarxista los discursos estructuran la manera en que nosotros experimentamos la realidad y por lo tanto la realidad en sí misma no existe.

Para explicar esto el profesor citó el libro del sociólogo francés Pierre Bourdieu llamado Un arte medio, en el cual describe que la práctica fotográfica  no es una acción espontánea, pues de parte del que toma la foto y del que es el objeto de la toma fotográfica hay una codificación social de porqué, cómo y cuándo se toma la fotografía. En un boda, en el nacimiento de un humano o en un hecho “relevante” es de gran importancia tomar una foto. Esto se hace evidente cuando caemos en la cuenta de que hasta un evento político se crea para ser fotografiado o grabado; lo mismo pasa en los viajes donde pareciera que ahora la experiencia de viajar está en función de las fotografías y los “recuerdos”.

De modo que no existe una experiencia previa de los discursos, sino que son estos los que configuran a la experiencia. Desde la perspectiva posmoderna, toda la experiencia está condicionada por el modo en que se ha aprendido a experimentar, es decir, solo tenemos experiencias en función del modo en que estructuramos nuestras experiencias a partir de una serie de discursos. En el siglo XIX esto se conoció como la educación sentimental, donde se educó a los hombres y mujeres para que sintieran lo adecuado, enojarse con lo que se tiene uno que enojar, entristecer con lo que uno se tiene que entristecer. Ahora en el XX y XXI se lleva a la radicalidad este argumento: cuando decimos que “amamos”, el sentimiento no existe en el sentido de poseer una materialidad independiente de lo que conocemos. Podemos nombrar las cosas porque ya tenemos un discurso que nos dice lo que esto significan. Los “sentimientos” son “sentimientos” porque existe la categoría de sentimientos.

Para concluir el primer apartado, el profesor supone que hay un objeto totalmente desconocido y nos pregunta cómo lo identificaremos si es desconocido. Después de construir varias respuestas llegamos a la conclusión de que sabemos que es desconocido porque tenemos los discursos de todo lo que hay alrededor y eso nos permite identificarlo.

La problemática que Moisés Morales expresó fue la siguiente: Entender el planteamiento entre discurso y código, esto es, cómo hacer que una persona tenga el mismo código que nosotros y se logre en consecuencia la comunicación. El profesor expuso el esquema tradicional de  la comunicación en el que se encuentran dos hablantes. Para que ellos se entiendan se necesita que tengan un código en común, pero lo más importante es que ese código remita a un objeto. En la perspectiva posmoderna el  esquema se pone en cuestión negando una relación directa entre los hablantes cuando recurren a un concepto que pretende referir una realidad, porque ya existía un discurso previo que les estructuró esa idea. El código del que se habla son los discursos que nos dicen cómo debemos experimentar. Es imposible entonces saber si el sentido de ese algo sobre el que se habla se experimenta de la misma manera en los dos hablantes.

2. Primera refutación

Los  posmodernos dicen que acceder a la experiencia del objeto en sí es imposible, porque solo se puede experimentar al objeto a partir de un lenguaje ya dado. La determinación social del pensamiento clausura posibilidades de significación de las experiencias, ya que los discursos estructurados cierran la significación a una o muy pocas maneras de entender la realidad; he aquí el problema según estos críticos, pues “la realidad” tiene otras infinitas significaciones además de las que nos están marcando los discursos.

Según Eagleton, el cierre de  la significación puede resultar provechoso para una ideología: por ejemplo, en la forma en que se organiza la humanidad en el capitalismo, donde el modo en que experimentamos nuestra relación con los demás está clausurado, no se puede aparentemente hacer de otra manera que no sea la que se nos ha enseñado; sin embargo, una ideología contraria a la capitalista requeriría también cerrar las posibilidades de significaciones. Las ideologías necesitan estructurar la experiencia de alguna manera, esto es cerrar significaciones. Pero se confrontaran con los discursos dominantes que ya tienen estructurada la experiencia. Ante las inquietudes sobre el origen del discurso, el profesor aclaró que no hay un “autor”. Sólo se puede decir que surgen. Lo que se adquiere, en suma, son los discursos y no la experiencia de objetos como tal, en la medida en que la cultura es nuestra naturaleza.


3. Relación entre lenguaje y realidad


Según una definición tradicional, la verdad es la adecuación del intelecto con la cosa (adaequatio intellectus ad rem), es decir, hay una correspondencia entre lo que pensamos y la cosa misma. No obstante, el modo en que se puede hablar acerca de lo real, donde la verdad es la adecuación, ya está estructurada con el lenguaje. Entonces, si resulta que la adecuación supone que cuando se habla de lo real ya esta esta estructurado por los conceptos, la consecuencia es que no se puede hablar acerca de lo real en sí. Un ejemplo: Si cuando digo “la mesa es blanca” (que presenta la forma básica de una proposición), hay un objeto, la mesa, que es blanco, la enunciación es verdadera.

El problema surge en la correspondencia, porque para poder afirmar la proposición se tiene que estructurar previamente la experiencia acerca de lo que significa una mesa. El discurso parece autorreferente (y por eso no tiene autor), porque para decir si la mesa es o no blanca tiene que haber discursos previos que permitan experimentar “la mesa” en su diferencia con otros objetos, las variaciones del color, etc.

Melisa Aguilar mencionó acertadamente que el discurso materializa las cosas. Entonces llegamos a que en esta perspectiva lo que hace el discurso es crear la experiencia y la experiencia confirma el discurso. Después con una pregunta de Mauricio Prado acerca de la invención de América Latina, afirmamos que toda nuestra experiencia está en función de discursos que estructuran la realidad. Se puede experimentar un objeto nuevo y apropiarse de él progresivamente a partir de una estructura dada; puede haber nuevos discursos, pero no significa que seamos el creador del discurso. Puede haber en casos específicos un creador del discurso pero no es relevante.

La relación entre el lenguaje y lo real se encuentra entonces en la perspectiva de que no se puede acceder a lo real en sí, sino que siempre se accede a lo real a través del lenguaje que es una forma específica de estructurar lo real; la consecuencia es que lo real sólo responde a los discursos. Se nos plantea, en consecuencia, el problema de que si no se puede acceder a lo real, no tenemos manera de verificar un discurso, porque sólo se podría hacer con la confrontación directa con el objeto, lo cual es imposible.

Podemos pasar de un discurso a otro y de ese a otro pero la experiencia siempre está estructurada. El discurso puede ser falso en relación con otros discursos, pero en sí mismo no lo es, ya que no podemos acceder a él para verificar la correspondencia, tendríamos que acceder a otro, por lo tanto diríamos que la estructura de lo real está dada por el discurso.

Dice Eagleton que lo que nos interesa de esta perspectiva es cómo “lo real”, que bajo cierto discurso catalogamos como sociedad, capitalismo, socialismo está en relación con los sujetos ya estructurados. Uno de los aciertos es que un lugar en la sociedad no implica necesariamente una serie de ideas; la superestructura no es simplemente el reflejo de las condiciones en las que nos encontramos, porque hablar de ese reflejo significa que no tomamos en cuenta la dificultad teórica de que son los discursos los que estructuran el modo en el que yo accedo a lo real. Otro acierto es que los significantes van cambiando.


4.Segunda refutación


Así como tienen aciertos, los posmodernos tienen errores y uno de ellos es confundir entre significado y referente. En el esquema de  la comunicación, el significado es el momento en que el primer hablante tiene por la palabra silla un objeto en la mente. Pero el significado es creado por el discurso, es decir, la experiencia de la silla está en función del discurso que estructura mi experiencia. El significado es la serie de discursos  que tenemos mediante los cuales estructuramos la experiencia de lo real.


En cambio, el referente no es creado por el discurso, es independiente, ajeno y previo al discurso. Aunque sólo se accede al referente a través de los significados, porque este ya esta en función de una serie de discursos de cómo estructuramos lo real, eso no significa que lo real lo creamos en el discurso.

Retomando la discusión sobre ideología, ya con estas diferencias aclaradas, podemos pensar en qué relación se encuentran las condiciones materiales respecto de las ideologías, porque en la perspectiva posmoderna las “condiciones materiales” están en el significado. Más allá del significado hay algo que nos permite hablar de discursos dominantes y de discursos que no lo son.

Para cerrar la sesión hay que pensar cuál es la relación entre la clase y la conciencia de clase, pues desde la perspectiva posmoderna “clase” es un significado, una manera de estructurar la experiencia que se confronta con otras maneras de estructurar la experiencia.

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